El Geppetto del siglo XXI
Cada vez que entra en una tienda, pide mesa en un restaurante o se sumerge en un garaje, en la cabeza de Javier Arcos aparece la misma idea: «¿Por qué hay caras y brazos de robots por todas partes?». Lejos de cualquier alucinación, Arcos es un creador, un fabricante nostálgico de robots. Los suyos no son inteligentes, ni vienen para hacernos la vida más fácil. «Pero son mucho más guapos que los robots de tecnología«, bromea este madrileño de 54 años nacido en Ecuador. Su diseño gusta desde a las grandes empresas hasta a los niños. «¡Y eso que no hacen nada! Son objetos de decoración, tienen la misma función que una pieza artística». En algunos, la cabeza es una bombilla, en otros una Kodak. El cuerpo puede estar dentro de una lata de Pepsi o de una antigua radio. Bolígrafos o llaves inglesas hacen de brazos, uno a cada lado. «Luego, hay que hacer las patas, que es lo más complicado. Tienen que sostener el robot y, claro, necesito dos iguales», detalla este creativo publicitario.